Lo que no deberíamos callar las mujeres… ni los hombres
La violencia es la cara más fea de la diferencia de género en América Latina
"El Feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente
‘’Ningún país puede declarar que ha alcanzado la equidad de género’’ afirma Emma Watson durante su discurso en la ONU como embajadora de ONU Mujeres. El machismo y las desigualdad de género no son ningún tema nuevo. Las terribles historias del abuso de mujeres a nivel internacional van desde el secuestro y abuso de niñas en Nigeria por la organización Boko Haram, el alto número de casos de novias niñas en varios países, hasta los femicidios de Ciudad Juárez. Quizá podemos pensar que estas son las historias más extremas, las inimaginables, las excepciones; sin embargo la realidad mundial es que el machismo, por muy sutil que éste parezca, continúa siendo una parte integral de todas las sociedades a nivel global.
La actriz que se hizo famosa por su papel en la saga de Harry Potter, enfatizó que hablar de la igualdad de género es hablar sobre derechos humanos. Hoy en día, desafortunadamente, la realidad es que en ningún país del mundo una mujer puede esperar tener los mismos derechos que un hombre. A pesar su emotividad, el discurso de Watson, queda corto en retratar la alarmante situación actual en cuanto a desigualdad de género. En práctica, pareciera que los alarmante índices de desigualdad entre hombres y mujeres, sobre todo en lo que se refiere a violencia, nos entra por un oído y nos sale por el otro es mucho.Si vamos a hablar de feminismo, hay que hablar claro y enseñar los resultados más desagradables de la desigualdad de género.
Hace un año la Organización Mundial de la Salud describió la violencia contra la mujer como “un problema de salud global de proporciones pandémicas” informando que una tres de cada diez mujeres experimentan casos de violencia. Las violaciones siguen siendo utilizadas como arma de guerra, sólo es necesario ver a la República Democrática del Congo donde la ONU estima 2009 15,000 mujeres fueron violadas, el número real es mucho mayor.
El contexto latinoamericano
En América Latina, erradicar la violencia contra las mujeres representa un gran desafío. En Argentina, cada 30 horas muere una mujer debido a episodios vinculados con violencia de género. En el Perú, 7 de cada 10 mujeres han sido victimas de situaciones de violencia psicológica por parte de sus parejas. En Centroamérica más del 70% de victimas de la trata de personas son mujeres. Amnistía Internacional en uno de sus más recientes reportes, informa que en México el uso de la violencia sexual como arma de tortura sigue disfrutando una impunidad preocupante.
Lo que es más alarmante que estos datos es el hecho que no se acercan ni si quiera a la realidad. La región todavía no logra construir protocolos y procedimientos sensibles al género para investigar este tipo de violaciones a los derechos humanos, desalentando a las victimas a si quiera reportar su caso. Inclusive cuando los casos son reportados, muy pocos enfrentan un proceso legal y una mínima parte una sentencia. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha destacado la falta de disponibilidad de estadísticas enfocadas al tema sobre la violencia y las mujeres y la importancia de desglosarlas de acuerdo a edad, raza, etnicidad y otros factores.
En una región donde en 40 años ha habido 10 mujeres presidentas y las mujeres continúan sobresaliendo en el ámbito empresarial y académico, ser mujer en América Latina continua siendo difícil. La realidad es que cuando una mujer sobresale en América Latina es una excepción y no una regla. Las mujeres aún no son suficientemente representadas en el ámbito político y económico; simplemente porque los obstáculos para llegar a altos cargos son mucho más complicados que los que atraviesa el hombre promedio.
Grandes empresas como Catalyst, McKinsey o Ernest & Young a través de diferentes estudios han demostrado que las compañías que incorporan mujeres en sus niveles ejecutivos tienen mejor desempeño. Sin embargo, Latino América sigue muy rezagada en este aspecto. El famoso techo de cristal que enfrentan las mujeres latinoamericanas parece estar blindado a prueba de balas. Los prejuicios machistas sobre el lugar que debe tener la mujer en la sociedad y la discriminación están directamente relacionados con la imposibilidad de avanzar profesionalmente a la misma velocidad que los hombres.
Bien lo remarca Watson en su discurso, la imagen de la “mujer perfecta”: femenina, dócil, domesticada son productos de una construcción social proveniente de una ideología hegemónica machista. No es sorprendente por lo tanto que las mujeres latinoamericanas ganen entre el 60% y el 90% del salario promedio que gana un hombre. Todo esto sin incluir que la discriminación étnica y racial exacerbara estos indicadores.
El Feminismo es también cosa de “machos”
Con la campaña presentada por ONU Mujeres se invita a los hombres a participar en el movimiento feminista. Si bien algunas figuras públicas han demostrado su apoyo a la causa son muy pocos los hombres que se declaran abiertamente feministas. Esto no quiere decir que todos los hombres latinoamericanos sean misóginos. Lo que está claro que no bastan discursos demostrando el apoyo a reformas para erradicar la diferencia de género.
El movimiento feminista nunca podrá alcanzar sus metas sin que la otra mitad de la población decida involucrarse. No es necesario salir con pancartas a la calle, el cambio puede empezar desde la casa enseñando a nuestros hijos, a nuestros hermanos, a nuestros maridos cómo se respeta a una mujer; no por ser mujer sino por ser un ser humano, un igual. La mejor arma es la educación y el dialogo. La prevención es el arma más eficiente para comenzar a hacer un cambio. Watson presentó una imagen de cuánto tiempo tomaría para cambiar la situación actual: 75 años para que las mujeres puedan esperar ganar el mismo sueldo que los hombres. Si les enseñamos a los niños y jóvenes la importancia de la igualdad de género como una parte esencial del currículo escolar, si reforzamos eso dentro de nuestros hogares quizá tome menos tiempo.
Es necesario que nos detengamos a pensar por unos segundos e identifiquemos todas las prácticas machistas que tenemos en nuestra vida diaria y que tanto hombres como mujeres –sí, las mujeres también podemos ser machistas- nos preguntemos qué podemos hacer para cambiarlo. Erradicar la desigualdad de género sin duda cambiará las sociedades hacia un desarrollo más próspero: es incluir por completo a la otra mitad de la población. Es una cuestión de re-aprender percepción de la mujer, como aprender a separar la basura, toma tiempo pero es posible.
Hace varios años en un documental Oliver Stone le preguntó a Cristina Kirchner cuántos zapatos tenía, la presidenta argentina creativamente le respondió “No sé, nunca los conté. Nunca le preguntan a un hombre cuantos zapatos tienen.” No me imagino que a Obama, Peña o a Correa algún día le preguntaron cuantas corbatas tienen, es el hecho de remarcar que Cristina es antes que nada mujer y no la líder de un país. Si a una presidenta le preguntan esto, ¿qué podemos esperar nosotras las ‘mortales’?